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Mónica Naranjo encarna a una gran estrella del cine negro en 'Madame Noir', el montaje que anoche presentó en el Festival de Verano Terral 2011. Realidad y ficción, el show cuenta con unos actores que no son tales, sino parte del verdadero equipo de la artista. Un piano es el único soporte de su arrolladora voz, que resonó y triunfó a lo grande en el Teatro Cervantes.
Foto promocional 'Madame Noir'
El espectáculo comienza desde que el público empieza a acomodarse en sus asientos. Para apaciguar los minutos de espera, suenan canciones estilo ‘Andrews Sisters’, en consonancia con lo que está por venir. Vamos a introducirnos en el rodaje de una película en los años 50, y quién mejor que el director para darnos unas instrucciones. “Los aplausos únicamente para la diva”, dice para frenar los ánimos cuando Pepe Herrero, el pianista, aparece en escena. La asistente personal de Madame Noir perfuma la sala, todo está perfecto para que llegue…ella.
Mónica Naranjo/Madame Noir, como si de una aparición se tratara, camina desde el pasillo del patio de butacas. La iluminación azulada contribuye a magnificar el efecto. Va cantando ‘Lágrimas de escarcha’, y tras la primera y arrebatadora impresión, hace enmudecer los aplausos con una voz que embruja uno a uno a todos los que se han acercado esa noche al Cervantes, lleno absoluto.
Los escalones que dan paso al escenario se iluminan, ella sube, termina, y un aplauso no basta, así que todo el público salta de sus asientos como si llevaran resortes. Esto es algo ciertamente poco habitual tras la primera canción en los recitales de pop. Pero es que esto no es un concierto común, es un teatro en el que la artista se pone en la piel de otra, y recibe ese cariño de los asistentes como si de una auténtica diva se tratara. Muy divertida, poniendo caras y gestos traviesos, y pidiendo que venga su ‘Polvitos’ a maquillarle esa mano que tantas veces habrá sido besada.
La segunda canción es ‘Miedo’, en la que vuelve a lucir registros líricos. Luego se dirige a su tocador, y se pregunta en voz alta “Madame Noir, Madame Noir, ¿quién te cuida, quién te quiere? Piénsalo”. Se levanta para interpretar ‘Mi vida por un hombre’, rasgando al máximo su voz, que a ratos parece convertirse en otro instrumento de puro versátil. Público nuevamente en pie.
Los temas que configuran el repertorio son dramáticos, intensos, contrastando con el humor que destilan los interludios teatrales. “¿Quién me mandaría a mí meterme en este rodaje, con lo grande que soy?”. Alguien le grita “eres única”, celebrando esta recién descubierta vis interpretativa de la catalana. Después de ‘Para siempre’, abandona el escenario y el director de la película se pone a buscar un admirador, para que grite bien fuerte el nombre de su estrella. Madame Noir regresa y versiona ‘E poi’, un tema grabado en su día por Mina, la cantante favorita de Mónica. Sale la fan ‘espontánea’ y se arrodilla ante ella, que exclama “¿Y esta mascota?”.
La faceta más sensual de la intérprete sale a relucir con ‘Ahora, ahora’, que encadena sin apenas pausa con una versión de ‘Cry me a river’. La elección de composiciones ajenas a su repertorio habitual es otro riesgo autoimpuesto que afronta en este montaje, y sale más que airosa.
La arrogante ‘Madame’ ofrece otro momento impagable cuando se enfrenta a alguien del público que osa mirarle directamente a los ojos. “¡Me está robando la energía!”, se queja. El director le pone unas gafas con nariz de plástico incorporadas a la joven en cuestión, y la artista reprime con dificultad la risa al verla con ese atuendo.
Sin salirse del guión, ahora pide “luz anti-papada” para continuar con ‘E penso a te’, escrita por Lucio Battisti y también escuchada en la voz de Mina. Durante este tema, baja al patio de butacas, le canta muy cerquita a una chica y le dice “¿A que te encanto?”. Risas generalizadas. Vuelve al escenario, y baila cómicamente al ritmo de las palmas del público. “Esto no ha quedado natural”, sentencia, y se va al otro extremo para interpretar el único single de la noche, ‘Enamorada’, del álbum ‘Minage’.
Una diva debe soportar dietas draconianas, y Madame Noir se lamenta de que “todos los días me tengo que enfrentar a un plato de cosas verdes”. Se pone seria con ‘Abismo’, y cuando retorna a las tablas tras un breve descanso, posa ante un fotógrafo seleccionado de entre los asistentes. Por supuesto, el posado es todo lo ‘natural’ que en una diva puede serlo. Se sitúa ante el micrófono para cantar ‘Insensatez’, pero decide que no encuentra su esencia y transforma esta elegante bossa en un hilarante ‘sketch’, coreografía descompasada mediante.
De la risa al duelo, con todo a oscuras, la diva anuncia que morirá “en Buenos Aires”. La ‘Balada para mi muerte’ de Astor Piazzolla pone fin a la época de esplendor de la diva, que abandona el estrellato a los sones de ‘Nessun dorma’. Mónica logra aquí el ‘más difícil todavía’ con su conmovedora interpretación, por no entrar en consideraciones técnicas sobre su inabarcable registro vocal. En justicia, los malagueños le dedican una ovación de varios minutos, que se apaga únicamente cuando Mónica, ya no ‘Madame’, recibe un ramo de flores y comienza a hablar.
“¿Es un personaje rarito, verdad? ¡¡Y si vierais los que hay!! Y no hace falta ser artista”. Presenta a sus compañeros, con los que ha vivido muchas cosas. “Ninguno de nosotros somos actores”, y excepto Óscar Hoya, que interpreta al director, el resto hace los papeles que les tocan detrás de las bambalinas. Así, Marta Vegas es la verdadera encargada de vestuario, estilista y diseñadora. Junior, ‘Polvitos’, es su maquillador y amigo del alma. “Un hermano se fue, y otro vino, y ese es él”, dice emocionada. Pepe Herrero, el pianista, es alguien “que lo toca todo”. Y para domar “a estas cinco fieras”, la directora del show, Vanessa José. El público, que ha seguido en pie durante todo el ‘speech’, despide por fin a la diva real y la imaginada, dos caras de una artista que con esta propuesta se ha hecho todavía más grande.
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